sábado, 2 de mayo de 2015

Entre espumas


Después de haberse depilado concienzudamente se preparó un buen baño de espuma, se lo merecía. Esa tarde tenía que estar realmente espectacular, iría de tiendas con su madre y buscaría su vestido de novia, faltaban sólo cuatro meses para su boda. Mientras se acariciaba pensando en la tela que besaría su piel, su móvil emitió un leve aunque familiar sonido: su whatsapp reclamaba su atención. Lo abrió y vio que era de un número desconocido que enviaba una imagen. Esperó hasta que por fin se abrió. La contempló sorprendida, mientras le llegaba otro mensaje. “Estreno mi nuevo teléfono y número contigo, ¿me mandas una foto tuya amor?” La imagen no era perfecta. Aunque algo borrosa y carente de luminosidad, sí se distinguía perfectamente de qué se trataba, un torso desnudo y un miembro erecto en toda su plenitud. No cabía duda alguna de que era de su prometido. 

Su corazón comenzó a latir rápidamente. Jamás hubiera pensado que Javier se atrevería a mandar imágenes tan explícitas. Era un buen hombre, trabajador, cariñoso, pero a veces mostraba ser algo tranquilo a la hora de querer tener relaciones con ella. Cuando vivieran juntos todo cambiaría, pensaba ella cuando le entraban dudas. Antes de que ella comenzara a enviar un mensaje, volvió a recibir otro: “Mastúrbate y envíame las fotos de tu placer…” Arancha sonrió, quitó el tapón del desagüe hasta que tan sólo quedó la espuma en su cuerpo, mandó un mensaje rápido a su contrincante “espera, que te las mando ahora” y se dispuso a hacerse las fotos. Abrió sus piernas empapadas y contempló su vulva a través de la pantalla del móvil, era espectacular con la espuma jugando con sus pliegues. Se las mandaría todas juntas, como si se tratara de los fotogramas de una película de cine mudo. 

Posó su mano sobre su clítoris y lo rozó una y otra vez con su mano izquierda mientras que con su mano derecha iba haciéndose más fotos. Era realmente excitante mandar fotos a su novio, era la primera vez que lo hacían pero no sería la última vez. Sólo pensar que sus fotos llegarían hasta él la excitaba aún más. Acarició su cuerpo y se humedeció ligeramente sus labios con la lengua. La espuma resbalaba mimosa por su cuerpo, su pelo castaño mojado cosquilleaba sus hombros y se sintió terriblemente sexy. Contempló las cremas que tenía a mano y cogió un tubo de crema nutritiva que le pareció muy adecuado para sus juegos. Impregnó su sexo con la crema blanca, lo extendió sin prisa gozando con cada caricia y jugó con el bote rozando su entrada y haciéndose otra foto. Se sintió osada y lo se lo introdujo lentamente en su interior. Sintió un escalofrío mientras se hacía otra foto. Sentía algo de frío en su cuerpo, estaba extendida a lo largo de la bañera y aún mojada. La espuma languidecía en su piel. Sus piernas abiertas y el improvisado juguete entrando y saliendo con firmeza de su sexo formaban una excitante imagen. Dejó a bien recaudo en su oquedad su juguete erótico para acariciar sus pechos, los amasó, tocó con sus yemas los pezones hasta que se pusieron firmes y los contempló en su teléfono, eran grandes y turgentes. Volvió a su sexo y a su voluntarioso ayudante improvisado, sus movimientos se hicieron rítmicos y más acelerados, sus piernas se abrían y cerraban para sentir aún más el contacto con aquel miembro de plástico, hasta que por fin explotó en un intenso orgasmo que fotografió sin dudarlo, así como su rostro, extenuado por el placer. 

Cogió su teléfono mientras aún respiraba agitadamente y adjuntó todas las imágenes a la vez. Mientras iban subiendo, Arancha recibió otro mensaje: “Esta tarde mi novia va con su madre a comprar el vestido para la boda así que tenemos toda la tarde para nosotros dos, estoy deseando sentir tu miembro dentro de mí Roberto…”

Las imágenes de Arancha estaban siendo abiertas en ese mismo instante por Javier, esta vez le palpitaba el corazón, pero no era de placer, el orgasmo se había quedado ya muy lejano y su cabeza le daba vueltas hasta sentir incluso mareo. Tan sólo fue capaz de enviar un mensaje antes de tirar su móvil encima de la toalla: “Cabrón”.  Su teléfono empezó a sonar insistentemente mientras ella se envolvió en una toalla y caminó hasta el dormitorio con rabia. Empezó a buscar los regalos que le había hecho su novio ya convertido en ex y desfogándose con ellos, pensó que su vida no había hecho más que empezar.