jueves, 29 de noviembre de 2007

Los deberes de Mario V: La webcam


Alicia instaló en su ordenador el CD que le había dado Mario, conectó la webcam al puerto USB y abrió el messenger. Ya estaba conectado y esperándola. De inmediato, Mario le escribió un pequeño saludo.
-¿Lo tienes todo preparado mi dulce esclava?
-Sí mi amo.
-Enciende la cámara, quiero verte.

Alicia invitó a Mario a ver las imágenes. Mientras, se miró coqueta en la pantalla del ordenador, comprobando que su imagen era perfecta. Su amante había dejado clara una cosa: él no encendería su cámara, quería que ella se imaginara que no era él el, que era un desconocido el que estaba al otro lado, alguien al que no había visto jamás, pero que en esos momentos sería su amo, el que le ordenaría lo que debía hacer en todo momento y el que le guiaría en la ruta del placer a través del sexo virtual.

Tras unos segundos Mario pudo ver la imagen mostrada en su ordenador. Vestía un corpiño de cuero negro, medias de rejilla, ligueros y diminuta tanga. Un bonito collar también de cuero del cual salía una argolla metálica realzaba la largura de su cuello. Melena suelta, ligeramente rizada, labios carmesí y sombra de ojos intensamente oscura. Estaba realmente sexy. Mario no pudo evitar sentir que su miembro se removiera ante la visión.

Alicia estaba muy alterada, arrastraba un estado de excitación que había comenzado justo en la tienda a la que acudió a hacer la compra de todos los complementos que iba a necesitar para esa noche y que Mario previamente le había detallado. No podía evitar sonreír al recordar el momento en el que, medio vestida con el corpiño, salió del probador buscando la ayuda del encargado de la tienda, dado que era incapaz de ponérselo sola. La cara de sorpresa de aquel hombre era digna de recordar, posiblemente pensó que aquella mujer quería provocarle. Pero Alicia sólo tenía en ese momento un nombre en su mente: el de Mario. Al llegar a su casa se fue vistiendo, con un estudiado ritual, todas sus prendas. Como si se tratara de una geisha antes de una cita, pensó. La sensación del cuero en su cuerpo le embelesaba, y lo acarició de forma libertina mientras disfrutaba con la visión reflejada en el espejo. Si no hubiera quedado con Mario esa noche se hubiera masturbado en ese mismo instante. Pero tenía que tener paciencia, la noche iba a ser muy larga.
-Me gusta lo que veo. Date la vuelta, quiero verte entera.

Alicia se dio la vuelta y se agachó ligeramente, de forma espontánea apartó con una mano su tanga y dejó que Mario tuviera una completa visión de sus labios mayores. Sintió la humedad impregnando sus muslos por el indómito deseo de tener más cerca a su amante. Mario contempló fascinado la imagen. Hubiera querido tener el don de poder tele transportar su mano desde la pantalla y que por arte de magia, traspasara todas las barreras hasta tocar aquel manjar que se le ponía a su alcance.
-¿Te gusta?
-Me encanta. Quiero que te sientes, abras tus piernas y te acaricies para mí.

Alicia no dudó en seguir sus indicaciones. Deseaba masturbarse para Mario, no tenía ningún reparo o pudor en abandonarse delante de él, que la viera gozar y que compartiera con ella sus momentos más íntimos. No era la primera vez que lo hacía. Se sentó lentamente con sus piernas abiertas, acarició sus pechos comprimidos por el corpiño, y dejó que asomaran por encima de éste. Subió sus piernas y comprobó la imagen que su amante iba a tener de ella, morbosa, nítida e impecable. Mario vio su sexo depilado, vislumbró el brillo de su néctar asomando por los muslos y se excitó con el color enrojecido que iba adquiriendo su clítoris. Alicia miraba directamente a la cámara, acariciaba sus pechos con una mano y se masturbaba con la otra, primero con delicadeza, reconociendo con su tacto cada uno de sus pliegues, posteriormente con brío. Sentía el clítoris extremadamente hinchado y apenas podía rozarlo directamente sin que sintiera cierto dolor.
-Deseo que introduzcas tus dedos en tu sexo y que lo abras para mí. Me enseñarás la profundidad de los secretos que atesoras.

Ella continuó con sus juegos, deslizó sus dedos al interior de su sexo, intentando tocar el infinito. Sentía en ellos la suave sensación de calor y humedad de sus entrañas, sus músculos comprimiéndolos y la necesidad de algo más grueso y rotundo en su interior. Los sacó sin ganas, ante la insistencia de su amante en observar y degustar visualmente aquella oquedad, ahora perfectamente visible. Mario sacó su miembro de los calzoncillos y lo manoseó ante la imagen, estaba rígido y ardía entre sus manos. En ese momento podía imaginar el olor de hembra que rezumaba del sexo de Alicia.

Ésta ya se había dejado llevar por su propio placer, sentía el calor del corpiño sobre su cuerpo, toda la ropa le molestaba y hubiera querido desnudarse por completo en ese instante. Frotaba su clítoris, metía y sacaba de su sexo sus dedos mojados. Quería recrearse en el momento, gozar lo máximo posible antes de que llegara “la petite morte” morir dulcemente, pero sabía que no podría durar demasiado. Hubiera deseado contemplar a Mario a pesar de que el hecho de verle le hubiera llevado a tener un orgasmo demasiado pronto. “Un poco más, aguanta”, se decía a sí misma.
-Quiero que te corras para mí, esclava.

Alicia forzó el ritmo, estrujó los pechos con su mano, contrajo sus potentes nalgas para presionar sus dedos con más intensidad, echaba de menos los labios de Mario chupando sus pechos. A continuación, jugó con su abertura trasera, metiendo algún dedo lubricado por sus propios flujos y por fin, perdió el dominio sobre sí misma, sus movimientos se volvieron torpes y su cuerpo se paralizó contraído por las múltiples palpitaciones que lo invadieron. Descansó unos segundos antes de escribir a Mario.
-¿Qué te ha parecido? He de reconocer que no he podido abstraerme y he pensado en todo momento que eras tú el que estaba al otro lado.
-Me ha encantado... Pero no te confíes. Hoy sí que estaba yo, pero no te aseguro que otro día no te encuentres con una sorpresa. Quizás conozcas de una forma poco frecuente a algún amigo mío.
-No creo que lo hagas nunca, te conozco.
-No niña, aún no sabes todo lo que tengo dentro de mi cabeza.
-Deja de hablar y vente ya a casa, odio desaprovechar los días en los que estoy sola. ¿Te puedes escapar?
-Sí, hoy le he dicho que estaba cansado y que me iba pronto a dormir. No hay problema.

Alicia fue al baño y se retocó los labios. Cogió la foto que tenía de su novio en la mesilla y la guardó en un cajón. No le importaba tener voyeurs al otro lado de la pantalla, pero le incomodaba tener los ojos de su pareja fijos en ella mientras estaba con su amante. No podía evitar sentirse a veces culpable. Pero no quería alejarse de Mario, era una mujer de carne y hueso, con defectos y debilidades. Nadie es perfecto, se decía a sí misma...



1 comentario:

Melibea dijo...

Mmmmm, relatos muy morbosos e interesantes.
Espero seguir leyendote.