sábado, 7 de junio de 2008

Los deberes de Mario IX: Juegos de parejas

Sabía que era una mala idea. Su intuición se lo repetía de forma machacona; su corazón, exageradamente fuera de control, parecía ratificarlo y su cabeza no cesaba de dar vueltas a la misma idea. Todo ello contribuía a llenar de dudas a Alicia que, en silencio en el asiento del copiloto, observaba a Mario de reojo, intentando adivinar si sentía lo mismo que ella en esos momentos.

Mario conducía sin prisa, tranquilo. Era de madrugada, las calles estaban inusualmente desiertas a pesar de ser sábado, pero el mal tiempo y las lluvias fuera de lugar habían hecho desistir a gran parte de la población a salir de juerga. El asfalto mojado, brillaba iluminado por los faros del vehículo. En ese momento ya no llovía, pero el olor a humedad era tan intenso, que a veces Alicia sentía cierto ahogo. Aunque ella no lo quisiera reconocer, el nudo que atenazaba su garganta nada tenía que ver con las adversas condiciones climáticas, sino con la proposición que Mario le hiciera una semana atrás y que había aceptado sin pensar demasiado que tras siete días, tendría que cumplir con su palabra.

Pero ahora se arrepentía de haber sido tan solícita ante la pregunta de Mario. Tenía el típico miedo a lo desconocido, a no saber estar a la altura, al momento posterior. Alicia se frotó los dedos entre sí, los notaba algo húmedos, los nervios le estaban jugando una mala pasada. Se ajustó el vestido rojo al cuerpo, intentando apartar el molesto cinturón de seguridad que, alerta ante su brusco movimiento se había bloqueado oprimiéndola hasta casi dejarla sin respiración. Tras una tregua entre el artefacto y ella pudo destensarlo, pudiendo por fin proseguir con la tarea interrumpida. Ajustó sus pechos dentro de la tela de modo que éstos quedaran firmemente encajados en el ceñido escote. Apenas un milímetro más y la sonrosada aureola de aquellos quedaría a la vista. Fue en ese instante cuando aprovechando un semáforo en rojo, Mario la miró y sonriendo, alcanzó con su mano derecha las piernas de Alicia, despreciando su vestido para acariciar directamente su piel. Deslizó las manos hasta sus muslos y ella, como un gesto reflejo, abrió sus piernas, invitando a Mario a que siguiera su camino. Pero inoportunamente el semáforo tornó a verde y el incesante y molesto claxon del vehículo que se ubicaba tras ellos sacó a Mario de su ensimismamiento que, con un claro gesto de fastidio, prosiguió la marcha.

Alicia se podía imaginar con todo tipo de detalles, cómo sería el exterior del local. No tenía que ser muy distinto a la multitud de clubs nocturnos que poblaban las carreteras de salida de la ciudad. Luces de neón aseguradas, una fachada avejentada por la contaminación de los coches que pasaban a su lado, ventanas discretamente cerradas en las que como mucho se podría ver alguna cortina de tonos vivos; entrada pobremente asfaltada, a la que llegaban los vehículos de los clientes tras dejar a su paso una polvorienta estela. Así como iba coloreando el exterior del club al que acudían esa noche, iba apartando de su imaginación cómo podría ser su interior. No quería pensar en ello, era acercarse demasiado, aún le quedaban unos minutos para echarse atrás, decir a Mario que dieran media vuelta y se alejaran de allí. Pero no era capaz de hacerlo, al contrario, parecía que sus labios se hubieran pegado por un extraño maleficio.

Alicia se sorprendió cuando Mario se adentró en uno de los mejores barrios de la ciudad. El paisaje de altos edificios grisáceos había desaparecido para dar paso a lujosas casas rodeadas de tupidos jardines. Mario detuvo su marcha al lado de un inmenso chalet de color amarillo pálido, luces blancas situadas en el suelo apuntaban a lo fachada, haciendo que brillara como si hubiera sido acariciada por los rayos del sol. Nada que ver con lo que ella se había imaginado.

Bajaron del coche y llamaron al videoportero. De inmediato, un hombre vestido de traje oscuro salió de la casa y acercándose a ellos, les pidió que se identificaran. Tras mirar una hoja en la que Alicia pudo ver subrayados algunos nombres, les dejó pasar. Nadie podía entrar sin una previa invitación.

Alicia, al entrar, miró con sorpresa la piscina ovalada que había en medio de lo que podía ser el antiguo salón de la casa. En ella, desnudos, se bañaban cuatro personas. La sala estaba azulejada de color verde y sillones blancos rodeaban el recinto de agua. Una música suave sonaba de fondo y el olor a cloro solapaba el de tabaco.

Hasta ellos se acercó una esbelta mujer de cabello rubio y abundantes pechos que saludó a Mario con cierta familiaridad que a Alicia no le pasó desapercibida. Intentó no pensar con quién podría haber ido Mario a aquel lugar en anteriores ocasiones. La mujer, de nombre Mirela, les invitó a hacer un recorrido por todo el club, mientras comentaba a ambos las reglas por las que se regía el mismo.

Los tres subieron por unas escaleras de mármol a la primera planta. Los halógenos iluminaban los cuadros que había colocados en la pared: acuarelas de dibujos de parejas haciendo el amor y retratos de mujeres en sugerentes posiciones. Esta planta era lo más parecida a un bar que había allí: numerosas mesas redondas de pequeño tamaño y multitud de sofás y sillones negros para proporcionar comodidad a los clientes. Ese era el primer punto para los nuevos visitantes, donde se establecían los contactos y se insinuaban proposiciones. La escasa iluminación de tonos anaranjados le añadía una calidez especial. Alicia miró disimuladamente a su alrededor, había una docena de supuestas parejas que no parecían haberse inmutado ante su llegada.

Siguieron subiendo por la ancha escalera hasta la segunda planta, donde se adivinaba ya el tipo del local del que se trataba: numerosos colchones recubiertos de impecables sábanas blancas cubrían casi todo el suelo. A Alicia le llamó la atención la cantidad de expendedores de pañuelos de papel y toallitas clavados en la pared. En ese momento no había nadie, pero según Mirela y guiñando un ojo, comentó que no tardaría en llenarse. Mirela se despidió de ellos y Mario, agarrando a Alicia del brazo la llevó hasta el ático, del que Mirela parecía haberse olvidado a propósito. Mario demostraba una sospechosa seguridad, la misma de la que carecía Alicia, que notaba como, a medida que iba subiendo los peldaños, iba apareciendo en ella el temor a lo desconocido.

El ático, llamado también “el cuarto oscuro” según rezaba nada más subir a él, carecía de luz, Alicia no era capaz de percibir más que la figura recortada de Mario que, acercándose a ella, comenzó a besarla apasionadamente, mostrando una gran excitación. Amasó los pechos de Alicia que de inmediato despreciaron el lugar donde cuidadosamente los había colocado tan sólo hace unos minutos y asomaron despreocupados por encima de su escote. Resbaló una mano por debajo de su vestido y sobó sus glúteos, pellizcándolos entre sus dedos. Alicia intentó abstraerse del lugar en el que estaban y se centró en su amante, abrazándole, acariciando su torso hasta llegar a tocar el abultamiento que se palpaba por encima de los pantalones. Lentamente, Alicia comenzó a desnudar a su amante, la ausencia de luz más que un obstáculo, suponía un aliciente para avivar su excitación. Botón a botón, fue despojando a Mario de su camisa, besando la piel que iba sintiendo bajo sus dedos. Tras desabrochar sus pantalones y caer al suelo, ayudó a Mario a desprenderse de ellos, inclinando su cuerpo para bajarle, no sin cierta ritualidad, sus calzoncillos. Buscó con la lengua su pene desnudo, lo lamió una y otra vez, se lo metió en la boca de forma repetida hasta que lo humedeció intensamente. Mario agarró a Alicia de los brazos y la ayudó a levantarse. Buscó apresuradamente la cremallera del vestido y la bajó con cierta ansiedad, quedando así Alicia, completamente desnuda.

Mario empujó a su amante, a la par que la iba besando, hasta las camas corridas que había ubicadas al lado de la pared, abrió sus piernas y agachándose sobre ella, le abrió delicadamente sus labios mayores para lamer su vulva, besó con sus carnosos labios su sexo hasta que por fin comenzó a sentir la plena excitación de Alicia en su boca.

Alicia, aferrándose a la sábana para no arrancar la piel a tiras de Mario con sus uñas, gemía sonoramente, olvidando por completo el motivo por el que se encontraban allí. Fue en ese momento de sumo placer cuando se dio cuenta de que no estaba solos. Mario, intuyendo que Alicia se había dado cuenta de ello, cesó sus movimientos y apartándose de ella, dejó que otro hombre que hasta ese momento había permanecido en completo silencio, tomara su lugar. Alicia estaba confusa, pero tan excitada, que sentía verdadera necesidad de tener sexo en ese momento, así que cuando aquel desconocido completamente empalmado, agarró sus brazos contra el colchón y sin más presentaciones, la penetró, ni rechistó, al contrario, sintió tal placer que un gemido desgarrador salió de su garganta. Aquel desconocido tenía un cuerpo atlético, perfecto, intuía sus músculos por sus rotundas e incesantes embestidas. A pesar del infinito goce del momento, pudo percibir a su lado a Mario, que a modo de espejo, follaba con una silenciosa mujer. Intentó que los celos se diluyeran para poder seguir disfrutando del momento. El hombre no tenía compasión por ella, ni un breve descanso que le permitiera cambiar de postura. Sostenía sus piernas en un perfecto ángulo recto y las agarraba tan firmemente, que sentía cierto cosquilleo en los dedos de los pies. Sintió que el miembro de aquel desconocido no estaba desnudo, el intenso roce del preservativo que lo cubría provocaba en su sexo a veces un molesto escozor.

Estaba exhausta, pero alerta a todo lo que pasaba a su alrededor. Allí había más gente, difícilmente podría Mario besar y acariciar su pecho izquierdo cuando precisamente se encontraba a su derecha y con una distancia lo suficientemente grande para que apenas pudiera rozarla. Había entrado en juego otro hombre acompañado de una mujer, y parecía excitarle sumamente tener dos a su alcance, dados sus gemidos tras comenzar a acariciar los pechos de Alicia. La presencia de aquellos dos hombres fue suficiente para que Alicia se precipitara en una amalgama de excitantes convulsiones. El hombre que tenía encima, no obstante, siguió por unos minutos, aplastó los pechos turgentes de Alicia hasta casi dejarla sin aire y tras un sonoro grito, eyaculó. Fue en ese instante cuando sintió que una mano femenina conducía la suya hasta el miembro del segundo hombre, instándole a acariciárselo, mientras la misma mujer se desplazaba justamente hasta donde Mario estaba, pudiendo escuchar cómo le hacía a éste una ruidosa felación. La mujer que hasta ese momento había follado con Mario cambió éste por el hombre al que había dejado la primera, al que se subió y comenzó a cabalgar sobre él tras apartar la mano de Alicia, que obediente seguía masturbando al desconocido. Alicia, ya relajada, quería que todo terminara, no podía soportar ver a Mario follando con otra mujer y deseaba estar a solas con él.

Sus deseos parecían haber sido trasmitidos telepáticamente dado que Mario por fin terminó y tras unos minutos llevó a Alicia a un rincón del ático, dejando a las dos parejas continuar con los juegos. Mario la abrazó mientras intentaba averiguar cómo se encontraba tras la experiencia. Pero Alicia no dijo nada, se sentía muy confusa y algo incómoda por haber tenido que presenciar a su amante al lado de otra mujer. No obstante, la experiencia en aquella sala le había gustado más de lo que hubiera pensado y quién sabe si, ante una nueva propuesta de su amante, volvería a aceptar volver a aquel lugar.

La respuesta que se dio a sí misma al regresar a casa en el coche fue sí.




4 comentarios:

Lydia dijo...

Increíble como siempre tu forma tan natural y especial de hacer las descripciones y rodearlo todo con el máximo morbo y la máxima calidad.

Un placer leerte, Alicia.

Besitos.

StalinStone dijo...

Hola tu blog sigue siendo interesante bueno te dejo unos links para mejor posicionamiento de tu blog y tambien ganar unos dolarillos . Exponsor : http://www.exponsor.com/?rf=3619EE6D y adweblink : http://www.adweblink.com/index.php?ref=stalinstone son 100% recomendables suerte y espero tus respuestas.

Libertad dijo...

me encantó

Atenas dijo...

interesante ..me gustan tus escritos