miércoles, 12 de diciembre de 2007

Mobbing

Ya se estaba empezando a hartar de Gloria. La persecución psicológica a que la estaba sometiendo era cada vez más insoportable. Y el caso es que, desgraciadamente, comenzaban a hacerle mella sus comentarios. De alguna forma se notaba más cansada, dormía peor, su estado de ánimo había caído y se sentía más insegura que nunca. Recordó el momento en el que Gloria llegó a su departamento, sustituyendo a Roberto tras un lustro en el cargo. Parecía una mujer abierta de miras, muy competente y bastante cercana en el trato. Y así resultó al principio. Alicia conectó con Gloria desde el primer momento e incluso en más de una ocasión, quedaban fuera de las horas de trabajo para ir de compras o tomar juntas una caña. Pero la relación de amistad duró no más de cuatro meses. El carácter de Gloria fue tornándose más arisco coincidiendo con un accidente que tuvo al caerse por las escaleras de su casa, increpaba a todos los trabajadores y el ambiente de trabajo se fue enrareciendo. Alicia percibió más que nadie el cambio, dado que, la amistad con Gloria se evaporó rápidamente e incluso sintió que la mayoría de sus protestas y de sus broncas iban dirigidas fundamentalmente contra ella.

Gloria comenzó a hacerle la vida imposible. Los proyectos que presentaba le parecían deficientes, a todo le sacaba pegas y se había hecho rutinario el hecho de que Gloria alzara su voz delante de todos para decirle lo inútil que era y lo mal que hacía su trabajo.

A Alicia le costaba cada vez más madrugar cada mañana para ir al trabajo. Era sonar el despertador y la angustia se apoderaba de ella, sintiendo que la desgana se hacía dueña de su cuerpo. Su apetito también había disminuido radicalmente. Malcomía al mediodía en el chiringuito de enfrente de su trabajo: un sándwich vegetal y una manzana componían su menú habitual. La ropa comenzaba a quedarle demasiado holgada. No podía abandonarse de esa manera.

Y para colmo, acababa de romper con Gabriel, su tabla de salvación en los malos ratos. No es que fuera el amor de su vida, ni siquiera tenía una gran conversación y un humor delirante, pero tenía una gran virtud: follaba de maravilla. Era en la cama el lugar donde Alicia olvidaba sus problemas laborales y sus roces con la jefa. Ahora estaba sola y sentía una gran necesidad de contacto físico, de alguien que la abrazara y le convenciera de que pronto, todo cambiaria.

Paco era el jefe de de los electricistas de la empresa. Llevaba trabajando dos años en la misma y dependía directamente de Gloria. La relación entre ambos era mala, peor incluso que la que tenía Gloria con Alicia, a Paco, directamente le ignoraba y no se molestaba siquiera en saludarle al cruzarse con él en el pasillo. No eran infrecuentes los rumores que achacaban esta indiferencia a una ruptura entre ambos tras una esporádica relación sexual en la que Paco tuvo el osado atrevimiento de dejarla por otra mujer, y encima compañera.

Porque Paco solía zascandilear con todas las mujeres del lugar, no en vano podía presumir de musculatura, ojos verdes y buen tipo rematado con un culo duro, pequeño y perfecto. Su baja estatura no mermaba en nada su atractivo. Paco hablaba frecuentemente con Alicia, le comentaba su descontento, lo harto que estaba de trabajar allí, de la agraviante política de reparto de productividad que nada tenía que ver con los objetivos conseguidos sino con preferencias personales y de amistad y más de una vez criticaba a Gloria abiertamente. Eso era de las cosas que más les unía.

Alicia siempre había evitado a Paco mientras mantuvo su relación con Gabriel, no le gustaba mezclar las relaciones personales con el trabajo, pero no podía evitar sentir cierto morbo por él. Más de una chismosa compañera le había narrado con todo detalle las hazañas sexuales de aquel hombre en la cama. Por lo que escuchaba, Paco era un experto en provocar más de un excitante cortocircuito…

Paco hacía tiempo que había dicho a las claras a Alicia que deseaba acostarse con ella. Seguramente se lo había pedido ya a todo el personal femenino del lugar, de eso no cabía la menor duda. Alicia rehusaba una y otra vez, siempre con una sonrisa en su boca.

Pero ahora todo era distinto: Gabriel había desaparecido de su vida, su moral estaba por los suelos y hacía siglos que no tenía sexo compartido: necesitaba a Paco. Así que se dejó “querer” por él y pensó que tampoco le vendría mal ahorrarse el tratamiento psicológico por el acoso laboral al que la estaba sometiendo aquella bruja y pegarse un sano y reparador revolcón con Paquito.

Lo primero que hizo fue comprar un programador para la calefacción. Aún tenía un mando manual y jamás se había molestado en cambiarlo. Ahora resultaba una excusa perfecta. Invitó a Paco a comer ese viernes, dado que era el único día que ambos libraban por la tarde, a cambio de que se lo instalara. Paco aceptó gustoso la invitación y más sabiendo que acababa de cortar por fin con su novio.

El viernes por la mañana, Paco se acercó a la mesa de Alicia.
-Tengo mis herramientas preparadas para instalarte el aparato.-Alicia no pudo evitar soltar una carcajada.
-Vale, espero que no me cobres por los servicios prestados.
-Esta vez no, pero cuando compruebes mi profesionalidad no querrás contratar a nadie más.
-Habrá que verlo…
-Te haré unos empalmes perfectos, mi técnica es la mejor.
-Eres un presumido...
-Presumo con razón, sino no lo haría.

La mañana transcurrió entre risas y frases con dobles sentidos. Paco iba calentando el ambiente y ninguno dudaba ya a esas alturas que esa tarde acabarían acostándose juntos. Por primera vez desde hacía tiempo, Alicia trabajó con ilusión y haciendo oídos sordos a las reiteradas críticas de Gloria, que no parecía ver con muy buenos ojos los devaneos entre ambos.

Terminaron la jornada y se encaminaron juntos al metro, atestado a esas horas de gente. Paco tomó posiciones detrás de Alicia y pegó la pelvis contra su culo de forma no muy disimulada. Alicia se reía por su absoluto descaro, mas comenzó a sentir que volvía a estar viva de nuevo, sobretodo entre sus piernas. Se apretó más a ella rodeando su cintura con un brazo. Podía sentir el aliento de su compañero en su nuca y su vello comenzó a erizarse en cada expiración. Paco se aferró a ella haciendo que su mano culebreara hasta tocar su suave piel bajo la blusa. La deslizó por debajo de su ombligo y, esquivando las apreturas de sus pantalones vaqueros, consiguió llegar hasta el monte de Venus sintiendo en su tacto el minúsculo triángulo de vello perfectamente recortado. Alicia situó su bolso delante, ahora agradecía haber comprado el más grande de la tienda, muy útil para no ser el blanco de indiscretas miradas en esos momentos. Paco acarició la suave pelusa de su pelvis mientras Alicia intentaba concentrarse en que su excitación no se viera reflejada en su cara. Alicia intuía la dureza y el calor del pene justo en medio de su culo. Cerró los ojos para concentrarse en las manualidades que Paco urdía en su vulva. El vaivén del vagón ayudaba a aumentar la temperatura de su deseo. Alicia presentía que su sexo se desharía en breve en espasmos, pero abrió los ojos y la decepción se apoderó de ella: habían llegado lamentablemente a su destino. Bajaron del vagón y en las escaleras mecánicas, Paco la besó, la estrechó entre sus brazos y aprovechó el momento para sobar sus pechos sobre la tela.

Llegaron a la casa de Alicia y nada más abrir la puerta, Paco se echó sobre ella, desabrochándose su camisa y bajando sus pantalones. Alicia quiso llevarle a su dormitorio, pero Paco, fogoso y salvaje, la empujó contra la mesa de estudio que Alicia tenía en un lateral del salón y sin más, la subió encima. Desvistió a Alicia con prisas, dejando sus bragas a mitad de sus muslos. Alicia intentó agarrarse al endeble tablero de conglomerado sobre el que estaba. Paco asomó su instrumento de electricista, se calzó en un instante un condón aislante y se lo enchufó de inmediato, provocando en ella ardientes chispazos. Se tumbó sobre Alicia, los caballetes que sostenían el tablero chirriaban peligrosamente en cada uno de los empujones que Paco propinaba a su compañera. Alicia confiaba en que tuviera la resistencia suficiente para aguantar a los dos, el tablero se abombaba en cada acometida de Paco como si de una hoja de cartón se tratara. Éste chupaba sus pechos y sacudía su instrumento haciéndolo vibrar en sus entrañas. Ella seguía con su cuerpo los movimientos de Paco y se acoplaba a él, haciendo rozar su clítoris contra su piel. Se sentía morir en esos instantes, estaba a punto de abandonarse cuando, súbitamente, la tabla sobre la que estaban se quebró en dos, cayendo ambos estrepitosamente. El instinto de supervivencia de Alicia hizo que pudiera apoyar sus manos en el suelo y no darse un golpe en la cabeza. Pero se había lastimado una muñeca, en la espalda tenía una herida y su culo estaba completamente dolorido y le ardía, al contrario que Paco, que había salido del percance completamente ileso gracias al mullido cuerpo de Alicia.

Alicia explicó en urgencias que se había caído por las escaleras, no quería ser la protagonista de los futuros chistes que de seguro, los médicos hubieran hecho a su costa.

Pasó dos semanas de baja, malamente sentada en un cojín y sin poder plantearse ningún tipo de deporte incluido el sexual en una buena temporada. Compró una sólida mesa para sustituir a la vieja y volvió al trabajo. Quizás ella era demasiado susceptible, pero tuvo la impresión de que a su regreso, sus compañeros la miraban muy a menudo y con una socarrona sonrisa en su boca. Mataría a Paquito por tener la lengua tan suelta… De seguro que había explicado con detalle la historia a todo el mundo, incluida Gloria, que parecía que era la que más se divertía con lo que le hubiera contado su antiguo electricista…

Pasado un mes, Alicia volvió a invitar a Paquito a su casa, entraba el otoño y ella aún tenía su programador sin instalar. ¿Qué le depararía su nuevo encuentro con él?


1 comentario:

Unknown dijo...

buenos cuentos, quería ponerme algo asi en mi sex shop.