miércoles, 19 de septiembre de 2007

Obsesión morbosa (Por Mario)


Mario abrió el correo y vio que se trataba de uno de sus relatos, sabía que no debía, no era para él, pero por algún error, ese email estaba en la bandeja de entrada de su correo. Sabía que si lo leía despertaría sus instintos más primitivos, y supuestamente había puesto punto y final a esa historia, pero aún así, el asunto del mensaje era demasiado tentador para dejarlo de lado: “Obsesión morbosa”. No podía ser de otra manera, ella era tremendamente sexual, una mezcla de niña dulce y puta viciosa, una combinación explosiva, y él la había descubierto hacía seis meses en sus ojos en aquel bar. Pensó que podía ser el último relato suyo que tendría en sus manos, así que, sin embargo, lo leyó, sin preguntarse quien era realmente el destinatario. ¡Para qué agobiarse con estúpidos celos! Disfrutaría de esa oportunidad que le ofrecía el destino.

Mientras lo leía, se imaginaba cada pasaje del mismo: a Alicia yendo a la sex shop en busca de un modelo sugerente. Sentía su imagen muy real, podía percibir a distancia la excitación de Alicia ante el difícil proceso de elección entre todos los que allí había expuestos. Ella elegiría el más morboso, el que más pudiera provocar a Mario al verlo posteriormente en el video que, según se relataba en la narración, ella debía grabar. Era curioso que Alicia hubiera utilizado su nombre en el relato…, era difícil no sentirse el co-protagonista de la historia. Alicia compraría una buena polla de silicona modelo Rocco, nada de pequeños vibradores, ella era lo suficiente morbosa como para necesitar una herramienta de ese calibre, incluso mas grande que la que él le había introducido en todos sus agujeros, tantas veces, y se la imaginó húmeda mientras lo hacia. La visualizó en su mente pagando y poniendo cara de despreocupada, podía percibir el cosquilleo que le recorría el cuerpo bajando hasta su sexo. Vio como se pintaba como una verdadera puta, de rojo pasión sus labios, de negro intenso y exagerado sus ojos. Se la imaginaba con sus bragas empapadas.

Asistió con su imaginación a la escena que en ese momento se relataba. Alicia encendía el video y se ponía frente a él, comenzando una danza sinuosa con su cuerpo electrizado por la excitación y los estímulos provocados por sus hábiles manos. La vio primero introduciéndose los dedos en su sexo, sin reparo, mirando a la cámara desafiante y lánguida, luego, amarrando con fuerza la polla de silicona e insertándosela en su vagina, cada vez más abierta y brillante por la humedad que la recorría. En ese momento de la lectura, Mario no pudo evitar comenzar a manosearse su miembro, que desde hacía rato advertía hinchado y duro. Inició una lenta maniobra de vaivén ayudado por la crema con la que había embadurnado su glande y continuó leyendo, ávido de nuevas escenas.

Alicia seguía gimiendo, con su sexo siempre a la vista, depilado, limpio, y cada vez mas hinchado y rojo, Mario cerró los ojos y materializó en su mente la visión del primer plano del coño de Alicia, ese coño en el que tantas veces había estado clavado, ese coño que había lamido hasta el paroxismo de ella, ese coño que había embestido salvajemente mientras tiraba de su larga melena.

Podía verlo todo entre las líneas del relato y comenzaba a sentir como, una corriente arrancaba a fluir desde sus huevos buscando una salida de escape. Con su experta mano apretó la base del pene fuertemente para retardar lo inevitable, aún no había acabado el relato, aún no había “visto” todo el video.

Ella se corrió con el falo de silicona entre sus piernas y se incorporó, Mario pensó que para detener el video, pero, al seguir leyendo, se dio cuenta de su errónea percepción. Alicia dio la espalda a la cámara y continuó con su juego. Mario se sentía a un lado de la escena viendo como ella se volvía a recostar boca abajo sobre la cama y licenciosamente, empezaba a manipular su ano, empujando el juguete, con perversión medida, dejando que se mezclaran dolor y placer en una misma acometida.

Mario seguía masturbándose, transportado a la habitación de Ella, deleitándose en la visión de los dedos entrando en la vagina. Primero dos, luego tres, y cuatro al final, que son los que finalmente provocaron en ella un orgasmo salvaje. Mario podía ver su cara frente a la cámara, mirando fijamente el objetivo, con esa cara crispada tras la que escondía el tremendo placer que sentía en esos momentos. Mario vuelve a apretar con fuerza su polla para evitar estallar en un orgasmo entremezclado de fantasía.

Cuando Mario leyó el último pasaje del relato, ya se dejó ir, el desconocido y él se corrieron a la vez en la boca de Alicia e, impregnado en semen, leyó cómo él mismo la poseía en un callejón.

Sonriendo por la calenturienta imaginación de Alice, mientras se recomponía, deseó ser el destinatario…