sábado, 12 de abril de 2008

Los deberes de Mario VIII: Una noche de luna nueva

Alicia se encontraba profundamente dormida cuando bruscamente, un silbido entrecortado la despertó. Tardó unos segundos en darse cuenta de que no era un sonido producto de su imaginación y del dulce sueño en el que se encontraba y que ni siquiera era el impertinente despertador anunciando un nuevo día. Fue la luz encendida de su teléfono móvil la que le hizo percatarse de que se trataba de un mensaje. Miró el reloj y vio que eran las dos de la mañana. Al ver su procedencia sonrió, no podía ser de nadie más que de Mario, con frecuentes problemas de sueño. Su mensaje era tan escueto como concreto: “te paso a buscar en 15 minutos, sólo puedes entrar en mi coche con una prenda de ropa, nada más”. Leyó de nuevo aquel imperativo encargo, ¡menudas horas! Lo cierto es que a pesar de todo, jamás rechazaba una invitación de su amante. Las oportunidades no se podían desaprovechar, así que tras desperezarse, se levantó. Intentó adivinar lo que Mario tendría preparado para ella, ya estaba acostumbrada a su desbordada imaginación, quizás la misma que la suya. Siempre intentaban sorprenderse el uno al otro con nuevos juegos, cuanto más morbosos y originales, mejor.

Abrió su armario y echó un vistazo a su ropa. El invierno estaba siendo excepcionalmente cálido y la primavera estaba al caer. Nada de manga larga, al lado de Mario jamás sentía frío, por lo que escogió un vestido negro que se abrochaba al cuello, sin mangas y que mostraba buena parte de su espalda así como sus hombros. Imposible que Mario se mostrara indiferente al verlo. Ya se había despertado por completo y la cercanía de su amante avivaba la llama de su deseo. Tras unos cuantos intentos infructuosos consiguió por fin subirse la cremallera del vestido y se miró en el espejo. Cualquiera pensaría que estaba chiflada, pero ella tenía otro punto de vista, la vida era demasiado larga para hacer en todo momento lo supuestamente correcto. Mientras bajaba las escaleras de su casa recibió un nuevo mensaje: “mete tu vibrador en el bolso”. Así que era una noche para jugar… Pues jugarían, eso por descontado.

Sentía en sus piernas cierta debilidad, causada quizás por la falta de sueño, en su sexo, una incipiente humedad motivada por el deseo y en su pecho, la agitada respiración de la incertidumbre. Pasados cinco minutos oyó el ruido de un motor, se trataba del coche de Mario aparcando al lado de su casa. Salió de inmediato y se introdujo en él. Mario la miró de arriba abajo y sonrió. Efectivamente, el vestido le había gustado. Besó a su amante y partieron sin intercambiarse una sola palabra. Alicia al principio pensó que el camino que tomaban era el de su apartamento, pero al ver que dejaban de largo las últimas urbanizaciones de la ciudad, dudó sobre el destino de su viaje. Al llegar al bosque de coníferas que se encontraba a pocos kilómetros de la ciudad, Mario tomó un desvío, adentrándose por un camino de tierra, el coche daba tumbos y dejaba una larga estela de polvo a su paso. Por fin detuvo el vehículo en una zona despejada y ambos salieron. Esa noche había luna nueva y la visibilidad era prácticamente nula.

El bosque a esas horas, tan solitario y tan oscuro, realmente impresionaba. Alicia comenzó a temblar, había subestimado el frío que pasaría con tan liviano vestido, incluso su sexo, relativamente húmedo, pedía a gritos una tela donde guarecerse. Se sentía completamente desnuda. Mario sacó una linterna de una pequeña mochila que llevaba al hombro y con ella iluminaron sus pasos. Estuvieron caminando un buen rato. A su alrededor, cientos de árboles se alzaban imponentes como gigantes, las sombras que provocaba la linterna sobre ellos provocaba cierta inquietud. El silencio de la noche tan sólo era quebrado por las pisadas de ambos sobre las acículas caídas. Por fin, Mario, complacido por el lugar al que habían llegado, detuvo la marcha, abrió su mochila y sacó una manta de viaje que extendió encima del suelo. Abrazó a Alicia y la besó. Ella sintió la calidez de su abrazo y agradeció el contacto con su cuerpo caliente. Sus labios torturaron su cuello, calentó cada centímetro del mismo con la lengua, se detuvo a jugar con sus carnosos y excitables lóbulos. Ella se dejaba mimar. Mario comenzó a mordisquear la piel blanca y fina que dejaba transparentar su yugular, mientras sus manos subieron ligeramente su vestido dejando prácticamente todo su cuerpo a merced de la noche. Agarró sus nalgas con ambas manos, acercando a Alicia hacia sí. El bulto de sus pantalones se le hizo patente. Mario comprobó la excitación de su amante entre sus dedos, sintiéndolos humedecidos al rozar su sexo inflamado y descubriendo cuan fácilmente se deslizaban a su interior. Era excitante y morboso estar a esas horas en aquel lugar. Ya no sentía tanto frío. Mario tumbó a Alicia sobre la manta, separó sus piernas y abriendo su sexo lo degustó. Ella comenzó a perder el control, imposible no hacerlo cuando la lengua de su amante parecía una pequeña culebra retozando con su sexo. Las sensaciones se hicieron más intensas cuando Mario volvió a sus juegos de manos, introduciendo sus dedos en su sexo y haciendo pequeños guiños a su trasero. Alicia por fin notó como su cuerpo se deshacía en palpitaciones. Por un instante mientras gozaba creyó oír un ruido procedente de los árboles. ¿Le habría preparado Mario como sorpresa la aparición de una tercera persona? Tenía serías dudas sobre ello, pero no lo descartaba. Era difícil descubrir lo que su amante tenía en la cabeza.

-Quiero que me chupes la polla.-dijo en ese instante Mario.

Alicia aún sentía los espasmos del placer en su cuerpo, pero ahora le tocaba ser a ella la protagonista. Mario se sentó en la manta y Alicia le ayudó a desvestirse. Sin demora comenzó a saborear su miembro, sin dejar de mirar en ningún momento a su amante, sabía cuanto le excitaba que clavara sus ojos en él mientras disfrutaba de su boca. Se chupó ruidosamente un dedo y comenzó a hacer pequeños círculos alrededor de su recto, acariciándolo con gran suavidad y notando como su amante incrementaba su excitación. De nuevo volvió a percibir unos ruidos, incluso creyó oír una especie de extraños gemidos. Mario pareció igualmente percatarse de ello dado su gesto de alerta. ¿Y si fuera un voyeur grabando su encuentro?

Tras un buen rato de adoración bucal la erección alcanzó su máxima intensidad, Mario agarró a Alicia y la tumbó sobre la manta. Deseaba ser ya penetrada, pero a pesar de ruegos y súplicas, Mario no perdió el mando de la situación, esperar traería aún mayor placer. Acercaba su miembro hasta que el glande rozaba ligeramente el sexo de Alicia, para separarlo cuando la veía luchar enérgicamente para que su miembro resbalara dentro de ella. El juego se repitió hasta que Alicia se vio gratamente sorprendida por una brusca embestida que la llenó completamente. El calor de sus cuerpos contrastaba con el frío de la noche, el olor del bosque se mezclaba con el del sexo, el silencio del entorno chocaba con sus jadeos cada vez más intensos y resonantes en forma de eco. Alicia se había olvidado ya del frío y los ruidos sospechosos parecían haber desparecido. Comenzó a agobiarse por el calor que desprendía su vestido cuando de nuevo sintió su sexo pulsátil. Mientras degustaba aquellas gozosas sensaciones, Mario le dio media vuelta y montó sobre ella a horcajadas. Cabalgó sobre ella agarrando sus pechos a modo de bridas. Alicia se dejaba hacer gustosa, la postura le encantaba, el pene de Mario friccionaba su punto g y su placer se multiplicó hasta el infinito. En ese momento, Mario cogió el pequeño vibrador de Alicia y encontró el lugar donde hacerlo desaparecer, no sin cierta dificultad. Alicia ahora se notaba placenteramente plena.

-Acaríciate, quiero ver cómo te masturbas. –dijo Mario entre jadeos.

No dudó Alicia en hacer lo que le pedía, a pesar de que se sentía desfallecer así que friccionó su sexo mientras su amante seguía penetrándola y jugaba con el pequeño vibrador en su trasero. La suma de todo provocó en ella otro orgasmo. Mario comenzó a respirar más ruidosamente y cerrando los ojos, eyaculó en su interior. Se tumbó a su lado y se abrazaron. La noche era estrellada, la luna ausente, ambos, relajados y satisfechos, descansaron un rato hasta que de nuevo, los ruidos volvieron a hacer su aparición, esta vez más intensamente. Se incorporaron con precaución. Mario cogió su mochila a modo de arma esperando utilizarla. Estaba claro que allí había alguien. Se levantó y se encaminó hacia el lugar de donde procedían, rápidamente salió de su escondite un pequeño zorrillo asustado por la invasión de su lugar habitual de sueño. Respiraron aliviados, por lo menos por esta vez no se harían famosos en la red por sus escenas de sexo a media noche.

Mario ayudó a Alicia a levantarse. Era hora de regresar a casa.



3 comentarios:

Lydia dijo...

Siempre sorprendente Alicia... siempre excitantes tus cuentos...

Besitos.

Anónimo dijo...

Disculpa si no me valgo de un canal más apropiado.
Pero, por si conoces a alguien que pueda interesarle
Este dato, aquí lo dejo.

Lencería hasta la talla 90.

www.marley-lingerie.com

GRACIAS POR RECOMENDARME

César Carballeda dijo...

Hola humana. Solo he leído un relato pero me ha encantado y puesto como una moto. Guardo la dirección para saborear algún otro con más tranquilidad. A cambio, si quieres, puedes echar un vistazo al cómic que he colgado en mi blog y, de paso, conocerás a mi novia Diabla.
Un cordial salido, Ácaro