martes, 18 de septiembre de 2007

Los deberes de Mario I: Mousse de fresas sobre Venus


Esa semana, Mario mandó a Alicia un correo. Hacía cuatro días que no se veían y empezaban a ser demasiados, pero no era tan fácil escabullirse de sus parejas y poner excusas convincentes.

“Hola Alicia,

He estado de compras y he encontrado una exquisitez: una Mousse de fresas que me apetece disfrutar contigo. Me apetece esparcirla por tu sexo y lamer la Mousse de tu piel, así que mis deberes de esta semana son evidentes… Quiero tu sexo completamente depilado para que me sirva de plato para comer el delicioso manjar que he comprado. Cuando tu pubis esté perfecto y ausente de vello, envíame una foto al móvil y me tendrás en tu cama casi al instante.
Besos, Mario”


Alicia sintió escalofríos al pensar que la boca de Mario camparía en breve entre sus piernas. No se lo pensó más y fue al baño. Sacó todo lo necesario para la sesión depilatoria: una maquinilla, un jabón de afeitar, una toalla y su móvil. Se desnudó por completo y admiró complacida su cuerpo en el espejo. Su monte de Venus estaba teñido de oscuro por su vello púbico. No era la primera vez que se depilaba, pero siempre dejaba un pequeño triángulo sin rasurar, esta vez, iba a ser la primera en que se depilaría por completo. Sentía cierto nerviosismo y una legítima excitación.

Cogió el jabón y lo humedeció, lo frotó entre sus manos y una espuma blanquecina inundó sus palmas. Ayudándose del espejo lo extendió dócilmente en su sexo, ocultándolo con un manto tupido y albino que le evocaba un paisaje nevado, abrió sus labios mayores delicadamente para poder aplicar sobre ellos la crema. Cogió el móvil y fotografió su imagen reflejada en el espejo. Mandó el mensaje a su amante acompañado de un texto: “primera parte”.

Agarró firmemente la maquinilla y comenzó con su tarea. Iba lentamente, el ruido de la maquinilla rasurándole su pubis llenaba ligeramente el silencio del baño, la espuma iba mezclándose con su vello negro y se iba acumulando en el cabezal. Sentía cierta excitación según iba notando en su ser, cada una de las pasadas que se daba con la pequeña maquinilla y más, al abrir sus labios para rasurarlos con mimo. Su sexo se iba humedeciendo a medida que su vello púbico iba desapareciendo. Cogió una toalla y retiró los restos de la espuma. Se miró de nuevo en el espejo y contempló su absoluta desnudez, su sexo imberbe e infantil. Extendió una crema de aloe vera encima de la zona depilada y cogió su móvil para hacerse la foto definitiva, esta vez, la mandó sin texto, no hacía falta nada más.

A los pocos segundos recibió un escueto mensaje de su amante: “en media hora estoy en tu casa, besos”.

Mario únicamente tardó quince minutos en llegar. Ella le esperaba desnuda en su lecho. No dijo ni una palabra a Alicia, sólo sonrió a ésta mientras se desvestía. Sacó de una bolsa un pequeño tarro de cristal y lo abrió tumbándose al lado de Alicia. Untó dos dedos en la Mousse y sacó una pequeña cantidad de la misma, su color era rosado, la nata que llevaba estaba ligeramente teñida por el rojo de las fresas.

Alicia advirtió el frío de la Mousse sobre su Monte de Venus, para sentirlo posteriormente en todo su sexo. Reparó en los dedos de Mario acariciando su piel y provocando que ésta se erizara por completo. Mario vació la Mousse en Alicia, dejó el tarro y aproximó sus labios carnosos para libar el dulce manjar. Su lengua iba arrastrando parte de la Mousse, dejando estrechos surcos en su coño. Alicia se agarraba a los barrotes de la cama para aguantar el inmenso goce. Mario se recreó en su vulva, limpiando con su lengua la húmeda zona, introduciéndola en su sexo para amalgamar los sabores de hembra y Mousse y haciendo retorcerse a Alicia de placer hasta provocar en ella un intenso orgasmo.

Mario acabó con la Mousse, pero la noche acababa de empezar y el apetito de ambos no se había saciado aún en absoluto…




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